UNA ROSA ES UNA ROSA

Cuenta la leyenda que a las orillas del Arga vivía un humilde herrero. De sol a sol forjaba herraduras a golpe de martillo mientras veía pasar carruajes cargados de viajeros hablando en lenguas desconocidas, e imaginaba maravillosas historias acontecidas en lejanas ciudades al otro lado de las murallas de su ciudad.

Al herrero le gustaba su trabajo, pero a diferencia de muchos hombres de su época había aprendido que no hay que vivir para trabajar, y en cuanto acababa la jornada dedicaba todo su tiempo libre a su afición favorita : las flores. Nuestro amigo se pateaba los rincones de la ciudad en busca de la flor de su vida, o cuando menos alguna margarita de pétalos impares que le dijera “te quiero” , pero la mayoría de las noches tan solo encontraba cardos borriqueros y alguna que otra flor venenosa.

Un día un mercader extranjero se quedó tan impresionado con la calidad de su forja que le ofreció la posibilidad de irse con el. El herrero, al que el espacio dentro de las cuatro murallas de la ciudad cada vez se le estaba quedando mas pequeño no lo dudó un instante y aceptó, aun no sabiendo el destino de su viaje.

Como tenia muy buen oído para los idiomas se sentó al lado del cochero y durante los días que duró el viaje aprendió a hablar lo que aquel hombre llamaba la lengua de Shakespeare ... y asi, hablando y hablando en un día gris llegaron a su nuevo hogar, un pueblecito industrial en la Tierra Media en las islas donde la lluvia cae eternamente.

A nuestro amigo al principio le costó acostumbrarse a las inclemencias del tiempo, pero poco a poco, con cada rayo de sol ,empezó a aventurarse a dar paseos por las colinas que podía ver desde su ventana. Y en uno de esos paseos la encontró, la rosa mas bella que jamás había visto, sus pétalos eran de un amarillo pálido, casi blanco, y se movian mecidos por el viento despidiendo un aroma embriagador ... y en ese momento supo que se había enamorado.

Inmediatamente comprendió que una flor tan rara y delicada no aguantaría las altas temperaturas del verano o los gélidos inviernos de su ciudad natal, y que tenerla significaba el decir adiós a su pasado para siempre, pero aun asi decidió arriesgarse.

.. Y dicen los rumores que nuestro herrero exiliado todavía vive al otro lado del Canal de la Mancha, donde ahora trabaja fabricando carruajes para el emperador de la tierra del sol naciente, y cuentan que cada día al salir de trabajar cabalga raudo y veloz para volver a casa a ver a su bella flor, y que aunque a veces el cansancio y la monotonia hacen que se le olvide que toda rosa tiene espinas y se pincha al intentar agarrarla, la mayoría del tiempo es un hombre feliz, aunque hay cosas que nunca cambian y todavia disfruta dando esos largos paseos y sigue mirando a otras flores, aunque ha aprendido que aunque la tentación sea muy fuerte ..... se ve pero no se huele !!